Digamos que no es una serie de acción. Puedes ver diez capítulos seguidos y seguir pensando que la trama no ha avanzado lo más mínimo, pero creo que justamente lo que cautiva de esta serie, no es una trama instantánea o una acción constante. Creo que de una gran forma sutil, te envuelve perfectamente en el ambiente de los años 50. Te recrea cada comentario, cada sentir, cosas que en otras tramas más precipitadas carecen de importancia, aquí tienen valor. Toda esta preocupación por el detalle hace que nos impregnemos por completo de la atmósfera de Mad Men, ahora sí que puedo afirmar, una de las series más elegantes de todo Netflix.
Si hablamos del reparto sólo se me ocurre la palabra perfección. Yo, tan acostumbrada a dejar de ver series cada vez que un actor me saca de la historia por falta de interpretación, puedo decir que en Mad Men no hay ni rastro de actores, hay personajes, cada uno de ellos perfectamente interpretados.
Descubrimientos como Jon Hamm, Chrisitna Hendricks, January Jones, John Slattery (al que recordamos por su papel de político y novio de Carrie en Sexo en Nueva York) y Elisabeth Moss (Inocencia interrumpida).
Todos ellos hacen el reparto soñado por cualquier serie y de Mad Men la serie soñada para cualquiera de nosotros que esté interesado en esta época en concreto y en la evolución que ha sufrido nuestra sociedad.
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